— Más que un vino, un homenaje

Después de 30 años dedicados a otra industria, el estrés y el agotamiento nos hicieron buscar algo que nos devolviera la ilusión. Después de probar muchos caminos, supimos que el mejor no era el que nos llevaba más lejos, sino el que nos redirigía de vuelta a lo que siempre habíamos querido: cumplir un sueño.

Somos unos apasionados del vino y supimos que ese era el momento de crear nuestra propia marca. 

Después de elegir el momento, decidimos el lugar: Fermoselle. En el corazón de Arribes del Duero, un lugar de viñas centenarias con suelos graníticos cargados de historia. Un rincón casi olvidado, con una tradición vinícola a punto de desaparecer.

Pareja caminando por un sendero rural rodeado de vegetación y colinas bajo un cielo despejado.

Hoy seguimos siendo pequeños, pero fieles a nuestra esencia. Cada botella que elaboramos cuenta una historia: la de un sueño, la de una tierra que merece ser cuidada y la de nuestra apuesta por lo auténtico. Porque para nosotros, hacer vino no es solo un trabajo; es nuestra manera de vivir de un sueño. 

Nos propusimos algo claro: devolverle el protagonismo a esas variedades autóctonas que estaban en peligro de desaparecer, como la Bruñal, la Puesta en Cruz o la Juan García. Y no solo hacer vino, sino crear algo único, elaborado con mimo en ánforas de barro, combinando lo mejor de los métodos tradicionales con una visión moderna.

No fue fácil. Nos dijeron más de una vez que estábamos locos por apostar por un proyecto tan pequeño, pero para nosotros Quinta de Mil no es solo una bodega; es un homenaje. Es nuestra manera de preservar un patrimonio, dar valor al trabajo de los agricultores de la zona y compartir con el mundo los sabores auténticos de esta tierra.

Paisaje montañoso con un valle cubierto de vegetación y un río serpenteando entre las colinas bajo un cielo despejado.
Persona podando viñas en un viñedo durante el invierno.
Pareja mayor sentada en un campo de viñas, sonriendo bajo el sol, rodeados de naturaleza y flores silvestres.